sábado, 7 de agosto de 2010

De motines y revoluciones

Aquél fue el primer motín que he presenciado en mi vida, y a pesar de mis pocos años entonces, tengo la satisfacción de no haber simpatizado con él. Después he visto muchos, casi todos puestos en ejecución con los mismos elementos que aquel famosísimo, primera página del libro de nuestros trastornos contemporáneos; (...).      
          
Pasan años y más años: las revoluciones se suceden, hechas en comandita por los grandes hombres y por el vulgo, sin que todo lo demás que existe en medio de estas dos extremidades se tome el trabajo de hacer sentir su existencia. Así lo digo yo hoy, a los ochenta y dos años de mi edad, a varios amigos que nos reunimos en el Café de Pombo, y oigo con satisfacción que ellos piensan lo mismo que yo. Don Antero, progresista blindado, cuenta la picardía de O'Donnell en el 56; don Buenaventura Luchana, progresista fósil, hace depender todos los males de España de la caída de Espartero el 43; don Aniceto Burguillos, que fue de la Guardia Real en tiempos de María Cristina, se lamenta de la caída del Estatuto. Reúnense junto a nuestra mesa algunos estudiantes jóvenes, varios capitanes y tenientes de Infantería, y no pocos parásitos de ésos que pueblan los cafés, probándonos que son tan pesados de pretendientes como de cesantes. Todos nos ruegan que les contemos algo de las felicidades pasadas para edificación de la edad presente, y sin hacerse de rogar, cuenta don Antero la del 56; don Buenaventura se conmueve un poco y relata la del 43; don Aniceto da doce puñetazos sobre la mesa, mientras narra la del 36, y yo, mojando un terroncito de azúcar y chupándomelo después, les digo con este tonillo zumbón que no puedo remediar: "Ustedes han visto muchas cosas buenas; ustedes han visto la de los grandes militares, la de los grandes civiles y la de los sargentos; pero no han visto la de los lacayos y cocheros, que fue la primera, la primerita y sin disputa la más salada de todas."

Gabriel, protagonista de Episodios Nacionales. El 19 de marzo y el 2 de mayo, sobre el motín de Aranjuez. Benito Pérez Galdós.

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