lunes, 25 de junio de 2007

La proletarización revisitada.

Es un lugar común en las ciencias sociales desde hace años que en las sociedades occidentales desarrolladas (y aun en vías de desarrollo) se imponen las clases medias sobre la clase obrera, tanto en términos cuantitativos como sobre todo cualitativos (culturales), dando lugar a una estabilización social y a una consolidación de la democracia, al menos de la despectivamente considerada por los radicales de izquierda como formal.

En realidad, hoy en día cabe impugnar tal afirmación no solo por el hecho de que la mayoría de la población sigue viviendo en el tercer mundo, lo que se ha acentuado después del fracaso económico de los regímenes descolonizados, sino también porque en los países desarrollados asistimos a una especie de reproletarización, más cultural que económica (aunque también), como resultado tanto de una precarización del mercado de trabajo y de las condiciones laborales subsiguientes, como sobre todo de una acentuación llevada al extremo del seguidismo de las modas, y en concreto de la moda (la ropa y el estilo de vida cotidiano), que surgida en las clases más desfavorecidas, en los barrios más problemáticos, y en los entornos más violentos, como reflejo espontáneo de la frustración de una población vapuleada y escasamente integrada en el grueso de la sociedad, ha sido adoptada estúpidamente por la juventud de las clases medias o medias-altas como signo de una rebeldía de póster en el dormitorio, como una pose dirigida a lavar su probable mala conciencia y conseguir una pátina de modernidad extrema a través de la moda más agresiva que, de seguir los patrones de sus padres o simplemente de su entorno social, no adquirirían ni con catalejo.

De ahí la absurda propagación entre la mayoría de los jóvenes y de no pocos adultos infantilizados de elementos de moda hasta hace poco típicamente confinados en el submundo de los barrios marcados socialmente, como el pelo rapado al uno o incluso al cero, incluso combinado con greñas que surgen exclusivamente de la coronilla; los pendientes (uno o dos), los pantalones de bajos acampanados arrastrándolos por el suelo (aunque puedan costar 15.000 ó 20.000 ptas) y de culo caído hasta extremos desternillantes; gafas de sol que solo habría llevado en su tiempo Starky y/o Hutch (en los horteras años 70) o posteriormente un matón de barrio o un chulo de playa; chanclas por todo calzado, aunque no se esté ni en la playa ni en la piscina; en los hombres, camisetas sin mangas, a veces ni siquiera para mostrar músculos, sino simplemente la deformidad grasienta acumulada después de muchos años de mala vida; gorras con la visera doblada hasta extremos inverosímiles como si estuvieran en Wyoming jugando a un deporte (el baseball) que no conocen; etc.

Combínese este paisaje social con el urbanismo cutre y depredador de las últimas décadas en este país, que ya llovía sobre mojado del procedente de los bloques baratos del desarrollismo franquista y el ensañamiento contra sus fachadas por parte de unos inquilinos de cultura rural, y ya tenemos esa nueva proletarización voluntaria tan jovial que casi todos los prebostes municipales de última hornada no dejan de cuidar y estimular en esas horteras y ruidosas fiestas patronales dignas de un museo de los horrores: consumismo y espectáculo, pan y circo.

domingo, 24 de junio de 2007

La información en la televisión

Hoy, mientras comía, estaba viendo la primera edición del telediario de La Primera. Cuando han terminado la información general para dar paso a la entradilla que anuncia la deportiva, he mirado de reojo el visor de la hora del vídeo: ¡eran las tres y ocho minutos! Ocho minutos de información generalmente identificada como seria. Luego, por boca del locutor principal, me he enterado de la razón: tenían previsto emitir la carrera de motos de 125 centímetros cúbicos correspondiente al mundial, que iba a comenzar en "breves momentos". 

En realidad, ya hace varios años que los telediarios son minimizados, retrasados o eliminados cada vez que coinciden en la misma franja horaria con una retransmisión deportiva, que ya ni tan siquiera debe ser un partido de fútbol: los informativos, arrastrados por los suelos, pero, eso sí, sin ser interrumpidos a los ocho minutos de su comienzo, sino sólo a los diez, como cuando los emiten en los descansos de los partidos de fútbol. ¿Cuál será la siguiente frontera...?

sábado, 23 de junio de 2007

Comienzo

Mis entradas (que no posts) en esta bitácora (que no blog) procederán de distintas inquietudes personales y áreas de conocimiento, que acabarán por dar una visión estrictamente personal acerca de la vida en la sociedad actual, a medio camino entre la primera impresión y la reflexión meditada (segundas impresiones).

Esas inquietudes y conocimientos de los que partiré serán básicamente la información sobre la actualidad, la política, el lenguaje, el cine y las nuevas tecnologías.


Hasta la próxima.