domingo, 21 de septiembre de 2008

Generation Kill



El problema con las películas y las series de TV que quieren siempre ir un poco más allá en el realismo, que pretenden ofrecer transgresión, en un panorama en que ya hemos visto casi todo, desplazando el límite alcanzado en la exhibición de la cruda realidad un poco más allá es que pueden acabar confundiendo innovación con un hiperrealismo sucio tan falso como las películas rosas, pero indudablemente más autocomplaciente e infinitamente más soez.


Eso es lo que le ocurre a Generation Kill, la última obra de los creadores de la aclamada The Wire, en que la sorprendente falta casi absoluta de hechos que narrar, más allá de lo ya conocido por los medios de comunicación, se sustituye por un retrato delibera y desesperadamente apegado a los comportamientos más cotidianos de un grupo de sujetos, unos militares estadounidenses en su campaña de ocupación de Irak, los cuales desde luego no representan a la media de la población, sino posiblemente a sus estratos más bajos social y culturalmente hablando, con lo que si sus comportamientos no se contextualizan en una materia argumental relevante que les dote de algún interés, lo que no es el caso, acaba quedando tan solo el retrato crudo de unos individuos sin ningún interés dramático con cuyos comportamientos y preocupaciones no hay posible identificación ni casi comprensión. Sólo uno o dos de ellos tienen algún interés como personajes, pero sus caracteres no encuentran ningún desarrollo en el guión.


Así las cosas, y sin grandes batallas que narrar, sólo queda un supuesto retrato cotidiano, encantado con el realismo sucio, de un grupo de militares en campaña, en el que paradójica pero significativamente hay más diálogos que en una serie histórica de la BBC. El problema es de qué personajes vienen aquéllos y de dónde éstos.



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